31 octubre, 2010

TEXTO LEÍDO POR RUBÉN SZUCHMACHER EN LA ENTREGA DEL PREMIO TRINIDAD GUEVARA 2009 (13 DE OCTUBRE 2010)

Texto leído por Rubén Szuchmacher en la entrega de los Premios Trinidad Guevara 2009
Ganar un premio como este es, además de una alegría, una responsabilidad. Aquí no estamos hablando solamente de un reconocimiento, como sucede con la mayoría de los premios que se dan en este país, sino de una gratificación económica que implica, al menos para gente que ha superado los 50 años, una suma de dinero mensual. Y esto compromete tanto a los Jurados como a quienes lo reciben. Pero sobre todo compromete a las autoridades que suelen enojarse con este premio porque consideran que es plata tirada, dinero ocioso en términos políticos.
Las autoridades deberían comprender que se debe apoyar efectivamente a los artistas y no de palabra solamente.
No queremos privilegios, como dicen algunos que tenemos, queremos tener el derecho de trabajar en lo nuestro, que es algo distinto que lo que hacen los demás, ni más ni menos importante, pero que, como cada cosa, tiene requisitos particulares, entre ellos el tiempo de estudio, de elaboración, de ensayo, un tiempo en el que no se cobra, en el que no hay ingresos. Trabajo que hay que solventar y que si no fuera por la fuerte pasión por el teatro que recorre todos los sistemas de producción teatral no se podría hacer. Por eso es importante defender este premio. También sería importante que se incluyera a escenógrafos, vestuaristas, iluminadores, compositores, coreógrafos entre quienes puedan tener acceso a una renta vitalicia.
Por eso, y consciente de la responsabilidad, quiero que todos sepan que el dinero que reciba mes a mes, que espero que sea pronto y no que pase un año como ha pasado en otras oportunidades, será destinado al teatro: a producciones propias y ajenas, a armar concursos, a sostener el teatro que tenemos con un grupo de compañeros; en definitiva, que vuelva a la comunidad de alguna manera, al menos hasta que yo no pueda trabajar más. Pero espero que falte mucho para eso. A cambio de eso, exijo de las autoridades que hagan política efectiva para el teatro de la ciudad, que no se aburran haciendo gestión cultural, como dice alguno por ahí, que no se queden babeando ante lo que se hace casi a contrapelo de las normativas que ellos mismos disponen.
Entonces, gracias al jurado por este premio que tanto anhelé y que se hacía esperar. Gracias también a Alfredo Alcón por haber pensado en mí como el director posible para esta maravillosa obra y también a Pablo Kompel y a Adrian Suar por pensar que se puede hacer un teatro distinto en eso que se llama la calle Corrientes. Y por supuesto a Jorge Ferrari, a Gonzalo Córdova y a Barbara Togander, porque sin ellos yo no soy nada. A Lautaro Vilo por haber compartido la versión. Y a todos los actores de la obra: a Roberto, a Juan, a Joaquin, a Mónica, a Paula, a María, a Carlos, a Ricardo, a Julián, a Eduardo, a Paul, a Luciano y sobre todo a mis dos queridos hermanos: Horacio Peña y Roberto Castro. También a Carla, a Damo y a Nicolás que tanto hicieron por apoyarme en los momentos difíciles.
Finalmente, quiero dedicar este premio a mi madre y a mi hermana Victoria, y a la memoria de Daniel que me inspiró muchos de mis trabajos, quizás los más importantes; también a mi hermana Perla, que se hubiera puesto contentísima de saber que me gané el premio y a mi padre, que me enseñó que el trabajo honesto es lo único que salva a un ser humano.
Muchas gracias.

Rubén Szuchmacher

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