29 diciembre, 2008

Balance Teatral 2008 en Página 12






















Lunes, 29 de Diciembre de 2008
TEATRO

UN BALANCE DE LOS EXITOS Y LAS APUESTAS DE RIESGO DE 2008
por Hilda Cabrera


Opinión
Las cuentas pendientes

Por Rubén Szuchmacher
El año 2008 termina con algunas cuentas pendientes en la escena teatral porteña.

Por un lado, la falta de una respuesta adecuada al problema de las habilitaciones de los teatros independientes por parte del Gobierno de la Ciudad, a pesar de los esfuerzos del ministro de Cultura, Hernán Lombardi. Todavía la mayoría de las salas no pudo regularizar su situación, protegidas hoy en día por un decreto perecedero en mayo del año que viene. Las salas padecen la falta de una verdadera política estatal de ayuda para salvar de la segura desaparición a decenas de espacios.

Por otro lado, la lenta e inexorable caída de los teatros estatales, tanto municipales como nacionales, con sus programaciones erráticas y faltas de criterios artísticos, van dejando un enorme vacío en una ciudad faro en cuanto a la acción de los teatros públicos en otros tiempos. Sería bueno que se hiciera un verdadero debate sobre el modo de conducción que deberían tener esas instituciones, hoy adornadas con andamios supuestamente reparadores de la infraestructura, pero carentes de ideas (y también de presupuestos).

Y para terminar, es notable la incertidumbre que genera el cierre del Teatro Colón, el que, más allá de las palabras de uno o de otro sector, se debate entre la vida y la muerte. El Buenos Aires teatral no se merece esta situación.


17 octubre, 2008

POLONIA 2008

Museo Witkiewicz

























Entre Tadeusz y Juan Domingo



















Ghetto de Varsovia


















Fotos de Octubre de 2008

11 septiembre, 2008

JAIME RUBÉN SZUCHMACHER


Ayer, 10 de septiembre, a las diez de la noche, Jaime Szuchmacher, mi padre murió. Se fue lentamente, con sus 91 años a cuestas. Con su orgullo de haber nacido en el año de la Revolución de Octubre.


Por ahora, hablar de su muerte me es imposible, pero valga este recuerdo.

03 agosto, 2008

LA GRACIA, en el Parque España, Rosario




Rosario
Domingo 3 de agosto de 2008
Espectáculos

Indagaciones sobre los Mandamientos
El director Ruben Szuchmacher habla de “La gracia”, de Lautaro Vilo, obra que integra el proyecto porteño “Decálogo”, curado por Matías Umpierrez.




“El teatro tiene que volver a ser algo entretenido, interesante”, dice Szuchmacher. Télam





A partir de agosto, el Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río) buscará reposicionar en lo que queda del año y en el próximo, un espacio que supo de programaciones gloriosas en materia teatral. Es así que, a partir de la gestión que lleva adelante Martín Prieto, la sala albergará una atractiva programación que arrancará esta noche, a las 21.30, con el estreno en Rosario de La gracia. Amarás a Dios por sobre todas las cosas, dirigida por Rubén Szuchmacher a partir de la dramaturgia de Lautaro Vilo. En la cartelera más inminente figura también la presentación de la actriz española Antonia San Juan (jueves 14, a las 21, conocida mundialmente por encarnar al travesti de Todo sobre mi madre, de Almodóvar) con su unipersonal Las que faltaban. La gracia, que cuenta con las actuaciones de Berta Cagliano y Juan Manuel Torres, forma parte del ciclo Decálogo, indagaciones sobre los Diez Mandamientos, curado por Matías Umpierrez para el porteño Centro Cultural Ricardo Rojas. Unpierrez se propuso montar diez puestas cuyas dramaturgias surgieran a partir de los Mandamientos entregados a Moisés en el Monte Sinaí. Junto con La gracia, se estrenaron en mayo Todos los miedos, de Romina Paula por Mariana Chaud, y El amor perfecto de dos paraguas disfuncionales, por Andrea Garrote, de la mexicana Concepción León Mora, que llegarían al Parque de España en octubre. Recientemente, se sumaron Tras nosotras la lluvia. Honrarás a tu padre y a tu madre, del español Jerónimo Cornelles con dirección de Andrés Binetti; Este amor es una fiesta. No matarás, de Agustina Muñoz, con dirección de Mariela Asensio, y Cuentos putos. No cometerás actos impuros, del novelista Alejandro López, con dirección de Inés Saavedra. Szuchmacher, uno de los directores y docentes más talentosos y prolíficos de su generación y desde diciembre director del Festival Internacional de Buenos Aires (Fiba) que tendrá su próxima edición en 2009, dialogó con El Ciudadano acerca de este proyecto y de su gestión, junto al cordobés Alberto Ligaluppi, al frente del evento dedicado a las artes escénicas más ambicioso e innovador que tiene la Argentina desde 1997.
—Hablando de mandamientos, ¿qué fue lo que te tentó para sumarte a “Decálogo”?
—Por un lado, siempre que uno trabaja un proyecto que desde lo temático está dentro de otro, hay una toma de partido por una parcialidad. Con esa base trabajamos, aunque ese fue quizás nuestro problema de arranque, porque nos dimos cuenta que “Amarás a Dios por sobre todas las cosas” es abarcativo de todos los mandamientos. Representarlo era como hacer una obra única. Los restantes son más restrictivos, preceptivos, en cambio éste tiene que ver con el orden de qué es amar, qué es Dios y cuáles son todas las cosas, algo tremendo (risas).
—¿Cuál fue la estrategia?
—Le huimos a la idea de un lugar común al que podríamos haber caído, que tenía que ver con trabajar algún tipo de fundamentalismo. A partir de pensar en ese mandamiento te aparecen cosas de todos los órdenes, pero queríamos algo que nos conmueva. Desechamos cosas, incluso algo ligado con Montoneros, hasta que apareció una historia muy personal: una mujer que va a perdonar a un hombre que está imposibilitado y que le hizo un daño que no fue tal. El tema es que como el ciclo aún no terminó, es difícil saber cómo se orienta o se organiza esta obra con respecto a la totalidad.
—Quizás eso sólo se conozca si en algún momento pueden convivir las diez obras.
—Precisamente, ese será uno de los proyectos que estamos barajando para el próximo Fiba, como para que en quince días se puedan ver todas las obras, algo que le daría un sentido distinto al proyecto en sí.
—Retomar los Mandamientos y una idea de historia previa, ¿tiene que ver con volver a cierto origen de las historias, a cierta universalidad?
—Quizás esto que preguntás tenga que ver con unas declaraciones mías respecto de que para mí la mayoría de la gente que hace teatro es una gente medio “tarambana”.
—Precisamente.
—En realidad, lo que estoy planteando es que el teatro tiene que volver a ser algo entretenido, interesante y que comunique algo, para dejar de lado ciertos ejercicios narcisistas, sólo gozables por aquellos que lo están haciendo y no por los que lo están viendo. Es cierto lo del origen, porque estoy reivindicando la función social que tiene el teatro y a la vez pelearle ese lugar del entretenimiento a uno que es horrible como el que propone la televisión o el mal teatro.
—¿Los teatristas serían los responsables de la pérdida de público?
—Sí, gran parte de la responsabilidad de la pérdida de público la tiene la gente de teatro. Cuando digo “tarambanas” me estoy refiriendo a esa gente que dice “yo no pienso en el público, a mí el público no me interesa”. Me parecen unos maricones aunque sean chicas (risas). Me da ganas de decirles “no hagas teatro, dedicate a pintar”. Para mí, aquél que decide hacer teatro no puede no pensar en aquello que pasa en relación con el público, no se puede hacer teatro para un grupo de acólitos y después preguntarse porqué no va la gente. Hay gente que no va al teatro porque lo que le ofrecen no le interesa, y creo que tienen razón.
—¿Esa apreciación la terminaste de confirmar a partir de sumarte a proyectos más o menos comerciales como el caso de tu reciente versión de Muerte de un viajante?
—Algo de eso hay, más allá de que mis producciones han estado siempre ligadas al sistema teatral que las contiene. Yo no hubiera hecho la versión de Muerte de un viajante que monté en La Plaza (y que 5, 6 y 7 de setiembre se presentará en El Círculo) si la propuesta hubiese venido del San Martín. Creo que tiene que pasar algo para que el público al que está destinado el espectáculo adhiera, se emocione o le pase lo que le tenga que pasar, y no burdamente. Por ejemplo: en Muerte de un viajante hay ciertos elementos de modernidad que se vuelven una ruptura, pero lo que tiene que estar, está. Y además hay que entender que el público es mucho más sagaz de lo que uno cree.
—¿Tienen pensado un cambio de rumbo para el Fiba, con una impronta más iberoamericana que europea?
—Intentamos no ver sólo el teatro que proponen los festivales. Eso cuesta un poco, porque las organizaciones quieren que veas los espectáculos de festivales y no el de las ciudades. Y en el caso de la región, queremos que el Fiba mire a Latinoamérica, algo que hasta la fecha no tuvo importancia para este evento. La idea es plantearnos una discusión con países centrales en materia teatral como Francia o Alemania, para que no nos impongan propuestas. Al mismo tiempo vamos a abrir una puerta grande al teatro de Buenos Aires y al del interior del país que también estaba un poco olvidado.
—¿Cómo se hace para repartir el tiempo entre el manejo de una sala, la dirección de espectáculos, la docencia, y ahora la dirección del Fiba?
—No sé. Sí hay algo que me habilita a producir mucho y que en mi vida es normal. Si lo pienso, creo que tiene que ver con que en muchos casos soy la cabeza visible de equipos de trabajo. En El Kafka está toda la gente de la cooperativa, en el teatro comercial trabajo con el Complejo La Plaza, que son lo mejor, y ahora en el Fiba trabajo conjuntamente con Alberto Ligaluppi y un gran equipo. Estoy convencido de que solo no puedo hacer nada. Cuando estoy solo, me gusta hacer cualquier cosa menos teatro.
Miguel Passarini
Crítica
A instancias de un corazón iluminado

CRÍTICA TEATRO - Con “La gracia. Amarás a Dios por sobre todas las cosas”, la dupla Szuchmacher-Vilo consigue una propuesta singular y de corte clásico.


En “La gracia”, una mujer se enfrenta a quien fuera su victimario, que está postrado.







por Miguel Passarini

El discurrir acompasado de una confesión dolorosa pero iluminada, un monólogo dicho frente a un espectador “privilegiado” que nada puede responder dada su condición, y el perdón, la redención (¿el amor a Dios?), algo sobrenatural que “todo lo puede”, incluso aquello que puede parecer imposible, inhumano. Con estos elementos está construido La gracia. Amarás a Dios por sobre todas las cosas, el primero de los espectáculos basados en los Diez Mandamientos que fueron entregados a Moisés (un proyecto que lleva adelante el porteño Centro Cultural Ricardo Rojas), que el viernes por la noche se presentó en la sala Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque de España inaugurando una temporada que promete más teatro en lo que queda del año (enhorabuena).En La gracia, una mujer se enfrenta a quien fuera su victimario, que está postrado, vendado de pies a cabeza, casi inerte. Viene para perdonarlo, para decirle que aquello por lo que fue juzgado, a ella, de algún modo, le salvó la vida cuando intentaba quitársela tomando pastillas. En su discurso (estupendo trabajo de Berta Gagliano), se van develando los entretelones de un vida gris, marcada por “otros sometimientos” familiares que hicieron de ella un ser triste, opaco, aunque dispuesto a redimirse a través de un perdón incomprendido para los demás.El de Lautaro Vilo (Un acto de comunión) es un texto sin grietas, preciso en su estructura. Un monólogo que, dada la inteligente puesta de Rubén Szuchmacher, deja de ser tal, para volverse un trabajo con cierto sentido operístico, en el que confluyen las tensiones necesarias para que lo que se cuenta adquiera sentido. El despojamiento y la presencia de unos pocos objetos que buscan reconstruir un ámbito hospitalario sin olvidar (por suerte) que se está sobre un escenario, le dan a la puesta una impronta de instalación (sobre todo, por la presencia de la cama), a lo que se suma el sustento lumínico resuelto con el talento que caracteriza los trabajos del diseñador de luces Gonzalo Córdova.Es así que en La gracia, la dupla Szuchmacher-Vilo consigue una propuesta singular, cargada de giros extremadamente teatrales, pequeños signos, detalles de pura teatralidad. Pero sobre todo, el trabajo responde a una forma de teatro clásico (que por suerte se aleja de cierta tilinguería de la escena porteña contemporáneo), no porque no arriesgue nada, por el contrario, lo riesgoso pasa aquí por la historia, por la temática y por el modo de contarla. El riesgo está omnipresente en el debate ético que se está mostrando y que desde la singularidad de un pequeño conflicto remite a la consigna del proyecto general curado por Matías Umpierrez, sobre todo si se tiene en cuenta que el primero de los mandamientos, “Amarás a Dios por sobre todas las cosas”, es en cierto modo abarcativo de los nueve restantes. Del ciclo, que sigue en marcha en Buenos Aires (ya fueron estrenados los primeros seis, los cuatro restantes se conocerán en 2009), posiblemente lleguen al Parque de España en octubre algunas de las propuestas restantes. De ser así, ya con una pata en Rosario, Decálogo, indagaciones sobre los Diez Mandamientos se volverá una cita imperdible para aquellos que gustan de ir al teatro a que le cuenten una historia.


Viernes, 1 de Agosto de 2008

"La Gracia", de Lautaro Vilo con dirección de Rubén Szuchmacher
Visitas relevantes en el CCPE

Hoy sube a escena en el teatro del Parque de España, una obra dirigida por el prestigioso director porteño Szuchmacher. El jueves 14, llega la talentosa actriz Antonia San Juan, recordada por su participación en el film "Todo sobre mi madre" de Almodovar.

Por Julio Cejas

Agosto propone al público rosarino una tentadora cartelera teatral con visitas relevantes tanto nacionales como internacionales, al frente de propuestas que vienen precedidas del reconocimiento de la crítica y el público amante del buen teatro. En ese contexto destaca la programación del Centro Cultural Parque de España que arranca hoy con la presencia del prestigioso director porteño Rubén Szuchmacher, con su último trabajo: La Gracia. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
La obra estrenada en mayo de este año, forma parte del ciclo Decálogo que nace a partir de una idea de Matías Umpierrez, curador y coordinador del Area Teatro del Centro Cultural Ricardo Rojas de Buenos Aries. Umpierrez convocó a diez directores y diez dramaturgos para trabajar a partir de los Diez Mandamientos entregados a Moisés en el Monte Sinaí, el universo de la teología moral.
Las diez obras teatrales se proponen "dialogar con la intención del mandamiento original", y la primera es precisamente la que se verá esta noche a las 21.30 en el Teatro Príncipe de Asturias. La Gracia, escrita por el actor y dramaturgo Lautaro Vilo, está interpretada por Berta Gagliano y Juan Manuel Torres y plantea la historia de una mujer que visita a un hombre postrado en una habitación de un hospital. Según adelantan sus responsables, "ese hombre está muy grave, pero ella también lo ha estado y ahora llega para perdonarlo y darle fuerza para salir adelante .
Szuchmacher vuelve a presentarse en Rosario después de varios años y en el mismo escenario donde cosechara el aplauso del público local dirigiendo a dos de sus actores fetiches: Ingrid Pelicori y Horacio Peña en puestas memorables como Decadencia, de Steven Berkoff, Polvo eres, de Harold Pinter y Amor de Don Perlimplin con Belisa en su jardín, de García Lorca.
Entre su frondoso curriculum, Szuchmacher, recientemente nombrado Director del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), fue en 1998 el Director Artístico del Centro Cultural Ricardo Rojas, dependiente de la Secretaría de Extensión Universitaria de la Universidad de Buenos Aires. En ese mismo año creó "El Festival del Rojas", que dirigió hasta el año 2002. Desde 1999 es profesor titular de la cátedra "Gestión en artes performáticas", en la Especialización en Gestión Cultural, Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES), Universidad Nacional de General San Martín (UNSAM) y desde 2004 es profesor titular de las materias "Espacio Escénico Iº y IIº", en el IUNA.
Entre la extensa lista de obras que dirigió pueden mencionarse entre las más destacadas por la crítica El Siglo de Oro del Peronismo, Las Troyanas, de Eurípides en versión de Jean Paul Sastre, y dos trabajos que tuvieron a Alfredo Alcón como protagonista: Enrique IV, de Pirandello y Muerte de un viajante, de Miller.
De Vilo se conocieron en Rosario dos trabajos interesantes: como actor en La Pornografía, de Gonzalo Martínez y como director en Un acto de comunión, propuestas que el año pasado integraron el Ciclo de Teatro Nacional, organizado por el Centro de Expresiones Contemporáneas.
Dramaturgo, docente y actor, con más de una decena de obras entre las que se puede mencionar Alto Valle, La muerte del ratón más famoso del mundo y Cáucaso, Vilo trabajó bajo la dirección de Rubén Szuchmacher, en Enrique IV, de Pirandello.

09 julio, 2008

HOMENAJE A DANIEL BRARDA


















DEL AMOR
El martes 8 de julio a las dos y media de la tarde, Daniel Brarda murió en el Hospital Alemán después de padecer un cáncer de pulmón.
Este dato puede no ser demasiado significativo salvo para las personas que lo conocieron. Sin embargo es necesario contar a toda la comunidad teatral que gracias a Daniel Brarda es que existe Elkafka espacio teatral.
Daniel no era ni actor, ni director, ni autor; era un apasionado del trabajo y de los emprendimientos.
A fines del año 2003, el dueño del predio en donde estaba el teatro “Del Otro Lado” anunció que no renovaría el contrato de alquiler para el período 2004-06, y que vendería la propiedad al mejor postor.
Luego de haber invertido dinero en ese teatro, sin saber de la no renovación del contrato, nos sentimos defraudados y yo, sobre todo desesperado porque no tendría donde estrenar El Siglo de Oro del peronismo, que en definitiva era el verdadero motivo de haber entrado en contacto con la gente que llevaba adelante la sala de la calle Lambaré.
Y fue en ese momento, de angustia y bronca, en el que Daniel, en un acto de arrojo, me propuso que compráramos la propiedad y fuésemos los nuevos dueños del predio, así el teatro podía seguir funcionando.
Juntando dólar sobre dólar, pudimos concretar la compra a fines de noviembre de 2003. Y meses después se comenzaría a funcionar ya como Elkafka espacio teatral.
Por eso es importante que todos los que hacen teatro conozcan esta historia de alguien que por amor se puso entero al servicio de un emprendimiento de un teatro que jamás daría rédito alguno, salvo del orden de lo artístico y que día tras día, hasta que no pudo ir más a trabajar, se brindó entero para que el teatro estuviera lo mejor posible.
Daniel Brarda fue el motor para que hoy Elkafka espacio teatral siga existiendo y por eso le dedico este homenaje.

Rubén Szuchmacher

28 mayo, 2008

HIJOS DEL SOL, de Máximo Gorki


Una producción de Elkafka espacio teatral

HIJOS DEL SOL

de Maximo Gorki
Dramaturigia y dirección: Rubén Szuchmacher

Estreno : 28 de mayo de 2008
Miércoles, Viernes y Sábados a las 21hs
en Elkafka espacio teatral, Lambaré 866

20 mayo, 2008

SECCIÓN FAN en RADAR




















Fan>
Un director de teatro elige su obra de teatro favorita: Rubén Szuchmacher y Café Müller, de Pina Bausch.

LA MEJOR DE LAS PASADAS
por Rubén Szuchmacher

Fue por el año 1980. Y aunque estábamos en plena dictadura, algunos de nosotros acudíamos enloquecidos a cualquier manifestación artística que nos recordara la idea de la libertad. Digamos que no nos dábamos mucha cuenta del horror. Eso vino después. Digo, darse cuenta de la dimensión exacta de ese horror. Sabíamos lo que pasaba, pero no podíamos ponerle palabras. Para nombrar las cosas, entonces, estaban las obras de teatro o de danza, las películas, las músicas. Sigue habiendo discusiones sobre esto y está muy bien, y aunque este no es el lugar para seguir la polémica, igual me prendo, porque, sobre este tema, la gente de nuestra edad está hablando siempre.
Decía que fue por esos años que llegó la información de que en el Teatro General San Martín se presentaba una compañía alemana llamada Tanz Theater Wuppertal. Algo había leído en una revistita que circulaba por los Institutos Goethes y que contaba sobre las experiencias renovadoras del teatro-danza. Era difícil saber exactamente de qué se trataba porque la moda de lo alemán no se había instalado. Pero ahí fuimos, seguros de que veríamos algo que valdría la pena.
Si mal no recuerdo, la compañía presentó dos programas: uno con la obra Kontakt Hof (Patio de Contacto), con la típica sucesión de números que ha caracterizado a muchas de las obras de Bausch: esas rondas maravillosas, con músicas populares diversas, mientras los interpretes hacen juegos de brazos sumamente difíciles e inquietantes. En el otro programa, además de la increíble Consagración de la primavera, se presentó: Café Müller, del año 1978, o sea que cuando se vio en Buenos Aires, la obra llevaba tan sólo dos años de creada.
Allí hay imágenes inolvidables: la propia Pina Bausch, tan alta y delgada como una deidad, envuelta en una túnica blanca, bailando la música de Purcell, con los ojos cerrados, alejada de lo que sucede en la escena, estrellándose literalmente contra una pared lateral; la desesperación de Malou Airaudo y Dominique Mercy dominados por Jan Minarik, y sus juegos de interminables repeticiones. Además Meryl Tankard, con peluca pelirroja y con tacos circulando como perdida por la escena. Pero de entre los personajes de la obra, hay uno que no olvidé jamás. La escena está llena de sillas de bar y Jean-Laurent Sasportes las va corriendo enloquecidamente para que Malou no se las lleve por delante durante una parte importante de la obra. Un acto simple: correr sillas con cierta energía para que otro no se haga daño. Y he aquí lo que me pasó aquella vez, mi primera vez, viendo Café Müller, en el San Martín, en el año 1980: hasta la mitad de la obra, trataba de capturar la estructura, el modo en que estaba hecha, es decir, me puse en técnico que trata de saber (y no gozar) como está hecha una pieza. Pero la obra me jugó una mala pasada –la mejor de las pasadas-, porque exactamente a la mitad de la coreografía, en medio de una secuencia donde ese bailarín vestido de traje de calle, corría sillas, y Purcell ululaba en el fondo, los taquitos de la pelirroja sonaban insistentes y la Bausch volvía una vez más a darse con la cabeza en la pared, en medio de todo eso, sin poder contenerme, comencé a llorar intensamente, a llorar algo que no sabía que era, a llorar todo el desgarro posible. Nunca supe exactamente qué fue lo que pasó en ese momento. Nunca lo pude reconstruir. Y tampoco era importante, si se trata de arte. Lo que sé es que esa obra me marcó para siempre, porque me agarró desprevenido, porque me hizo ir a un lugar que ni siquiera imaginaba.
Tuve que volver otro día para poder ver la obra en su totalidad. Hoy gracias a los videos y los Dvd’s puedo volver a ver las imágenes de aquella versión, la original, que recomiendo calurosamente. Para los que no tengan acceso a aquellas imágenes se deberán contentar con ver un fragmento de la obra en Hable con ella, de Pedro Almodóvar, en la que se ve una secuencia de Café Müller, con los mismos bailarines: Malou, Jean-Laurent, Pina… pero más viejos, mucho más viejos. Como yo.

04 mayo, 2008

LA GRACIA, en el Rojas





Decálogo, indagaciones sobre los diez mandamientos
El decálogo son aquellos 10 mandamientos de la ley de Dios que llegaron a las manos de Moisés en el Monte Sinaí y que fueron dados al hombre como principios o normas básicas para el ejercicio de cualquier actividad.Ahora 10 directores y 10 dramaturgos indagan sobre este universo de la teología moral, dando como resultado 10 espectáculos teatrales que, en cada caso, dialogan con la intención del mandamiento original.En su entrega inicial, durante el mes de mayo, presentamos los tres primeros mandamientos, a cargo de Rubén Szuchmacher, Lautaro Vilo, Romina Paula, Mariana Chaud, Andrea Garrote y la mexicana Concepción León Mora.
Matías Umpierrez

Sábados 3, 10, 17, 24 y 31 y Sábados 7, 14, 21 y 28 de junio, 21 hs.
Sala Batato Barea, Entrada: $ 20

I. Amarás a Dios sobre todas las cosas

LA GRACIA


Dramaturgia: Lautaro Vilo
Dirección: Rubén Szuchmacher

Una mujer visita a un hombre postrado en una habitación de hospital. Él está muy grave. Ella también lo ha estado. Viene a perdonarlo. A darle fuerzas para salir adelante.



“Entiendo a los mandamientos como instrucciones. En el primero está el objetivo central, que es mantenerse en el camino de la fe cristiana. Los restantes son sus aplicaciones específicas para poder lograr el primero: no matar, no robar, honrar las fiestas, etc. En esta lógica de las instrucciones aparecía el problema: si el primer mandamiento contenía los restantes, ¿en qué consistía su especificidad? ¿De qué se trataba “amarás a Dios sobre todas las cosas”? ¿Quién es el sujeto que ama, y en qué acción se traduce ese verbo? Donde está el depositario de ese amor y qué cosas son “todas las cosas”. En la resolución poética de estos interrogantes, empezó a configurarse esta obra”.
Lautaro Vilo

Elenco: Berta Gagliano, Juan Manuel Torres
Asistente de dirección: Alejandro Vizzotti
Diseño de Iluminación: Gonzalo Córdova
Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari
Texto: Lautaro Vilo
Dirección: Rubén Szuchmacher

Críticas

15 de mayo de 2008 Revelar la verdad
Obra con dramaturgia de Lautaro Vilo y dirección de Rubén Szuchmacher
Por Mónica Berman


En el principio era la oscuridad pero no el silencio. La música abre las puertas de un universo aún desconocido.Cuando se hace la luz emerge la contradicción: cierto mobiliario, un ser vendado de manera íntegra, estaqueado en una cama, la clara actitud de una visita, nos remite a un hospital. Pero estos personajes y objetos están enmarcados y el marco construye otras referencias.La mujer enseguida comienza a hablar y ya no habrá de detenerse. El primer gesto del hombre, inmóvil ante la voz de ella, es constituirse en un temblor, la presencia, es evidente, le produce miedo, tal vez, el grado sea aún mayor, pánico.¿Ella será peligrosa? No más preguntas. La indefinición, tal vez, la contradicción patente se produce en la conjunción del espacio, la iluminación y el relato.Si había una percepción de hospital, la construcción no apela a una sinécdoque (una serie de objetos y sujetos en lugar de la totalidad imposible de representar) porque el artificio queda en primer plano, no hay posibilidad de inferir, solamente, centro de salud porque es imposible eludir el marco. El diseño de luces de Gonzalo Córdova, rechaza toda probabilidad de que ese hospital sea verosímil como tal.De manera evidente ciertos signos construyen un referente: sanatorio y otros signos articulan otro ¿un lugar de interrogatorio? ¿un teatro? ( todo el tiempo ella aparece como iluminada fuertemente para que otros la miren, para ser objeto de focalización)Por otro lado, esta luz que no es la única pero que predomina, revela los detalles de todo el espacio que rodea la escena y la constituye como tal. Se percibe el escenario y dentro suyo el recorte, el lugar en el que uno de los personajes permanece y el límite hasta donde el otro personaje se desplaza.Ahora bien, existe una historia, compleja por cierto, con idas y venidas, con un trabajo sobre la ambigüedad que juega magistralmente con los indicios, porque la que habla no busca ocultar sino descubrir pero su palabra es caótica y desordenada, y la “verdad” se revela a medida que se devana el ovillo enredado y confuso de su decir.El trabajo de Berta Gagliano es impecable. Porque construye un diálogo donde no lo hay, el hombre, Juan Manuel Torres, está absolutamente mudo. Ella se asume como andamiaje para sostener la voz ausente del otro, del que escucha, del que no habla pero es fuerte presencia para producir la intervención.Es absolutamente indispensable callar sobre el contenido del relato, sobre la historia que se entreteje cuidadosamente. Sí se puede revelar que, argumentativamente, algo puede devenir en su contrario, pero sin perder identidad.Como diría Deleuze “El buen sentido es la afirmación de que, en todas las cosas, hay un sentido determinable; pero la paradoja es la afirmación de los dos sentidos a la vez.”La gracia, dirigida por Rubén Szuchmacher, se construye como una paradoja, en los términos que acabamos de mencionar. Lo demás no es silencio, es música.



Viernes 16 de mayo de 2008
Amarán el teatro sobre todas las cosas
La gracia, un impecable trabajo de Lautaro Vilo y Rubén Szuchmacher que forma parte del ciclo Decálogo


La gracia, amarás a Dios sobre todas las cosas, de Lautaro Vilo. Dirección: Rubén Szuchmacher. Con Berta Gagliano y Juan Manuel Torres. Ayudante de dirección: Alejandro Vizzotti. Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova. Escenografía y vestuario: Jorge Ferrari. En el Centro Cultural Ricardo Rojas. Duración: 40 minutos. Nuestra opinión: muy buena

El ciclo Decálogo, Indagaciones sobre los 10 Mandamientos -que organiza el Centro Cultural Ricardo Rojas y que reúne a interesantes dramaturgos y directores- comenzó con tres espectáculos. Uno de ellos es el que encararon el autor teatral Lautaro Vilo y el director Rubén Szuchmacher. A ellos les tocó la compleja tarea de resolver escénicamente el primer mandamiento: "amarás a Dios sobre todas las cosas". Como ellos son dos personas que aman el teatro por sobre todas las cosas, el resultado de La gracia , como se llama esta experiencia, es verdaderamente inquietante. Claro que explicar el argumento de este trabajo sería un pecado (término más que adecuado para una obra que reflexiona, a su manera, sobre una de las bases capitales del cristianismo) porque el misterio es clave en todo esto. De todos modos, lo que con suma inteligencia propone Lautaro Vilo en su texto es un encuentro entre una mujer y un hombre unidos por un conflicto. Más que eso: los une una situación que tanto social como religiosamente es castigada. Sin embargo, ella le tiende un lazo. Más que eso: quiero salvarlo porque siente que él la salvó y, por sobre todas las cosas, siente que debe amar a Dios. Abrir puertas Pero en esta trama nada será lineal y los datos se irán develando a medida que crece este impecable relato que incluye chispazos de humor. A lo largo de los 40 minutos que dura la obra, se van sumando ciertas claves que alumbran la trama central, que, como un potente cross de derecha, apunta al disparador central de este ciclo, creado por Matías Umpiérrez. En su decodificación escénica, el texto de Lautaro Vilo toma cuerpo en los trabajos de Berta Gagliano y Juan Manuel Torres. A decir verdad, los dos están todo el tiempo en escena, pero el personaje masculino, como se puede apreciar en la foto, yace en una cama de hospital, totalmente enyesado, lo que le impide hablar (¿hacía falta ponerlo en el escenario o es un guiño bizarro?). Sea como fuere, el peso central recae en la misma actriz, que ya sobresalió en varias puestas de Szuchmacher y de Cristian Drut. Su trabajo, sencillamente, es admirable. Cada tono, cada silencio, cada duda, cada inflexión de voz, cada mínimo gesto responde a un complejo y preciso mecanismo de relojería, contenido y explosivo a la vez. Hasta ella es capaz de hacer vibrar a una larga declaración cargada de términos jurídicos. En su interpretación toman cuerpo el maravilloso texto de Vilo y el impecable trabajo de Szuchmacher y de su equipo, compuesto por Gonzalo Córdova, en las luces, y Jorge Ferrari, en la escenografía y vestuario. En cierto sentido, La gracia es una obsesiva reflexión sobre las conductas humanas a partir de un conflicto ético que toma vida cuando los roles de víctima y victimario son cuestionados hasta sus últimas consecuencias. En ese cuestionamiento, Vilo, Szuchmacher y Gagliano no se dan respiro.
Alejandro Cruz

Notas










Ruben Szuchmacher y Lautaro Vilo hablan de su puesta La gracia, en el Rojas
Los mandamientos sobre el escenario
El ciclo Decálogo propone tres piezas sobre los principios básicos del cristianismo:


“Nos llevó meses de elaboración”, confiesan.
Por Cecilia Hopkins

El Centro Cultural Ricardo Rojas acaba de estrenar con Decálogo un nuevo ciclo de teatro, cuya particularidad consiste en haber reunido a tres dramaturgos y tres directores con el objeto de producir un espectáculo en torno a tres de los primeros 10 mandamientos, principios básicos del cristianismo presentados por Moisés, según las Escrituras, en el Monte Sinaí. Este ciclo, que continuará a lo largo del año para indagar acerca de los restantes mandamientos, comenzó el sábado a las 21 con el estreno de La gracia, a cargo de Rubén Szuchmacher y Lautaro Vilo; Todos los miedos, por Romina Paula y Mariana Chaud, y El amor perfecto de dos paraguas disfuncionales, por Andrea Garrote y la dramaturga mexicana Concepción León Mora (ver recuadro).
En una entrevista con Página/12, Szuchmacher y Vilo resumen las dudas que los acompañaron durante el proceso de escritura y ensayo: “En principio, el problema que nos planteaba este primer mandamiento, Amar a Dios por sobre todas las cosas –resume el dramaturgo– es que, a diferencia de los demás que dicen no se debe hacer tal cosa, afirma algo que es necesario hacer. Y ya se sabe que en el teatro negar es mucho más interesante que afirmar”. En los análisis previos –ninguno de los dos se considera religioso–, Vilo y Szuchmacher entendieron que, de las 10 instrucciones que implican los mandamientos, “en el primero está implícito el objetivo central, que es mantenerse en el camino de la fe cristiana”. Al admitir que “los restantes mandamientos son las aplicaciones específicas para lograr el primero –no matar, no robar, honrar las fiestas– no encontraban, sin embargo, su especificidad. “¿Quién es el sujeto que ama y en qué acción teatral podría traducirse ese verbo?”, se preguntaban. Ambos concluyen afirmando que “en la resolución poética de estos interrogantes empezó a configurarse La gracia”. La obra está interpretada por Berta Gagliano y Juan Manuel Torres. La escenografía y el vestuario pertenecen a Jorge Ferrari, y el diseño de iluminación, a Gonzalo Córdova.
–¿Cuáles fueron las primeras dificultades que les planteó este trabajo?
Rubén Szuchmacher: –Santificar las fiestas, no matar, no robar, honrar al padre y a la madre, todos brindan situaciones dramáticas maravillosas...
Lautaro Vilo: –Teníamos que encontrar un verbo específico para traducir la acción de amar. ¿Dónde amar a Dios? ¿Cuáles son las otras cosas sobre las cuales uno debería amarlo? En una lectura rápida de este mandamiento, uno puede pensar en una guerra santa, por ejemplo.
R. S.: –Pensamos que enfocarlo desde algún fundamentalismo era la tentación que nos ofrecía meternos con un tema teológico. Y quisimos corrernos de ese lugar.
–¿Tiene sentido para dos personas que se consideran no religiosas ocuparse de un tema como éste?
R. S.: –Nosotros pensamos eso mismo en un principio, pero después aceptamos trabajarlo sin caer en facilismos. Nos llevó meses de elaboración.
L. V.: –El proceso de escritura de esta obra fue el más tortuoso que tuve, por la inasibilidad del tema. Tampoco queríamos hacer una parodia de la religiosidad, sino pensar en qué consiste la doctrina religiosa del cristianismo. Y vimos que los mandamientos son instrucciones, son lo que se hace o se deja de hacer en el mundo. Y obtener la gracia divina tiene que ver con la voluntad del individuo para desarrollarse espiritualmente.
–¿Cuál fue la conclusión, entonces?
L. V.: –Para nosotros, la inmanencia de este primer mandamiento tiene que ver con el amor y la defensa de la vida, del estar sobre el mundo. El pensamiento religioso no volvió etérea esta obra, sino ligada a lo ético y lo moral. Finalmente, una religión sirve para determinar cuál es el comportamiento ético a observar.
–¿Cuál fue la situación teatral resultante?
L. V.: –No queremos revelar demasiado, pero podemos decir que hay una persona que tiene muchos problemas para estar en la vida y otra que llega para darle ánimo. La obra presenta una crisis ética en relación con la vida y la muerte. Así, el espectador debe descubrir por qué estas personas están juntas.
R. S
.: –El desafío más interesante era no escabullirle al tema, lograr que el mandamiento que nos había tocado fuese parte estructural del relato escénico. Es decir, no derrapar y terminar hablando de otra cosa. La obra tiene una densidad muy particular, especialmente si se la compara con el “tarambanismo” que hay en el teatro en este momento.
–¿En qué consiste ese “tarambanismo”?
R. S.: –En que hay una gran dificultad para trabajar ideas complejas. No voy a decir mucho más que eso... Esta obra propone, con gran austeridad, que el espectador siga con atención lo que se dice en sus cuarenta minutos de duración. La puesta se contrapone a la teatralidad desbordante que caracterizó al Rojas desde los tiempos de Batato y Urdapilleta.




3 de mayo de 2008
Sección Cultura
Rubén Szuchmacher y Lautaro Vilo

“Los nuevos creadores son tilingos”
Hoy estrenan La gracia, parte de un ciclo dedicado a los Diez Mandamientos. Y miran el panorama teatral con escepticismo.
Por Natalia Laube

Suena paradójico que dos personas apasionadamente ateas se hayan dedicado a explorar un mandamiento que incluye y le da sentido a los otros nueve. Cuando Rubén Szuchmacher y Lautaro Vilo aceptaron la invitación de Matías Umpiérrez (coordinador del área de teatro del Centro Cultural Rojas) de tomar un mandamiento para investigar su capacidad escénica en el marco del ciclo Decálogo-Indagaciones sobre los Diez Mandamientos, recibieron a cambio una tarea difícil: montar una obra de teatro a partir de un solo concepto inaugural: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas”. “No hubo mucha opción de cambiarlo, por algo son mandamientos, ¿no?”, bromea Szuchmacher, director de La gracia, que se estrena esta noche, a las 21, en la sala Batato Barea del Rojas. Para Vilo, responsable de la dramaturgia, la mayor complejidad de la sentencia que les tocó en suerte “radicaba en su imprecisión, porque es el único mandamiento que no entraña la decisión de ningún conflicto en sí mismo. Y ahí surgió el primer problema: había que definir qué significaba amar, qué significaba Dios y qué significaban las otras cosas”. Agrega Szuchmacher: “Y sobre todo, abordar todo eso desde la falta de pensamiento religioso que tanto Lautaro como yo tenemos. Era todo un punto no ser creyente y tomar este mandamiento que contiene a todos los demás. Creo que los otros nueve tienen, de alguna forma, una lectura más dramática. Si a uno le toca ‘No matarás’ por lo menos sabe que hay un muerto, o un intento de asesinato, o el deseo de matar; algo se configura. Ahí yo veía una dificultad, pero me parece que la decisión que se tomó finalmente resultó buena, porque aborda el tema pero no lo vuelve explícito ni se cayó en la tentación de criticar el fundamentalismo: Lautaro pegó un salto que nos hizo caer en un lugar completamente distinto”.

En vez de poner en escena gente que mata en nombre de la religión, Vilo se decidió a escribir sobre el amor a la vida, partiendo de la historia de una persona con problemas de salud que lucha por salvarse. “Por suerte, pudimos evitar las zonas más peligrosas, caer en la crítica más sosa de lo religioso o parodiar a la clase media que no mira a Dios. La opción que quedaba era empezar a pensar de qué hablaba la idea de decálogo hoy, en este momento. Y creo que quizá la lectura esté más relacionada con los problemas morales y éticos que con la idea de la Iglesia”, analiza.

–¿Qué características particulares se plantearon como piezas de un Decálogo del Rojas?

–RS: Sería bueno que el público entendiera que este tipo de ciclos hay que verlos en su totalidad. No se puede ver una sola obra, por más que tenga su independencia, porque la constitución más perfecta de un ciclo aparece cuando se puede entender su total diversidad. Por algo estamos insertos en una propuesta que es un colectivo. De la misma manera, los espacios determinan, son envases de ideas, de ideologías, de prejuicios. Emiten palabra.Y las obras que uno hace están en relación con ellos: el éxito o fracaso que pueda tener un espectáculo se relaciona inevitablemente con si se establece algún tipo de polémica, fricción o identidad con el lugar en el que está. Si no hay reflexión sobre eso, si da lo mismo que una obra esté acá o allá, algo se está haciendo mal. En ese sentido, yo ya conozco el Rojas porque he trabajado mucho ahí y tengo la sensación de que hemos tomado por el camino correcto.

–El resto de los equipos está conformado, en su mayoría, por dramaturgos y directores de la nueva camada. ¿Qué piensan de ellos?

–RS: Se van a enojar todos, pero me parece, por las cosas que estoy viendo, que les cuesta mucho precisar, configurar, entender la preexistencia de signos. Y, para colmo, cualquier rapto de ingenio es alabado de una manera impresionante, sin que se entienda que el ingenio no es artístico en sí mismo. El ingenio puede ser una parte de una configuración de algo pero no necesariamente va a dar una complejidad. Tengo la sensación de que les está pasando eso: en los talleres hay algo que funciona, que sirve para resolver en diez minutos, pero el salto a una constitución artística extensa es mucho más complejo. Y creo que personas como Lautaro son castigados porque no acceden a esa fiesta. A mí me parece que desde los mismos creadores, desde los actores y desde la crítica, no se toman el trabajo de reflexionar, de decir: “Esto es un germen muy interesante, tomate dos años para pensar y hacerlo crecer”. Entonces estamos llenos de espectáculos en proceso de formación pero ya circulan por el mundo, se muestran, acceden a festivales internacionales. Hay una especie de gran desorden que en lo artístico aparece en una profusión irreflexiva. Estaría bueno que a los maestros, a los directores, a los actores, a los que dan los subsidios no les diera lo mismo; porque no pasa solamente por criticar la situación sino por organizar las estructuras de poder que avalan eso.

–LV: Si el teatro no se reubica como una actividad compleja, si lo que están haciendo los actores lo puede hacer cualquiera que está en la butaca, estamos en problemas. La composición de una obra no puede ser un anecdotario de adolescentes tardíos. El desafío generacional, me parece, está en ir formando las voces particulares. Leo mucha dramaturgia que se parece, como si fuera de un solo autor. Ese autor imagina, generalmente, situaciones en habitaciones de clase media o, cuando se pone más fascista, compone departamentos de Lugano donde son todos medio bobos. Y yo entiendo la buena onda de esos autores, pero también entiendo su miopía política.

–RS: Quizá el problema pase por la falta de trabajo genuino, porque el neoliberalismo también operó sobre el teatro. Es que ante la falta de puestos dignos es posible acceder a la industria cultural con pocos recursos y unas habilidades enseñadas muy al pasar. Si encima me dan un subsidio por eso, ¿por qué me voy a reprimir? Los nuevos creadores son tarambanas y tilingos, es cierto, pero me parece que hay un sistema que está avalando esa falta de creatividad.

Timonazo temático para el Festival Internacional

Desde diciembre pasado, Rubén Szuchmacher es el director del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA) junto a Alberto Ligaluppi. Szuchmacher está entusiasmado con el proyecto y ya comenzó a ver las obras de teatro seleccionadas en la edición anterior, como una forma de comprender el criterio de curaduría que se empleó hasta ahora. “El diseño del próximo festival está armado casi por completo, lo que hay que hacer ahora es empezar a llenarlo con obras; elegir qué va a venir. Tenemos una línea de lo que queremos y lo que no queremos traer de afuera: sabemos, por ejemplo, que no vamos a buscar nada en otros festivales, sino en las ciudades y que queremos acrecentar la presencia de Iberoamérica. Nos interesan los espectáculos de sociedades en crisis, de países en guerra. Buscaremos por ahí, porque nos interesa resignar un poco la modernidad tilinga europea en pos de temáticas interesantes.” El timonazo no sólo será temático, sino también cronológico: “Vamos a intentar sacar al FIBA del año electoral, porque nos pidieron que el festival pase a octubre y sería bueno que no coincidiera con las votaciones. La idea es hacer un festival en 2009 y otro en 2010 y seguir, de allí en más, en los años pares”.
Aquellos Diez Mandamientos de la Ley de Dios que llegaron a las manos de Moisés en el monte Sinaí y que fueron dados al hombre como principios o normas básicas para el ejercicio de cualquier actividad.

“La idea era constituir un ciclo que reúna a una cantidad de artistas, dramaturgos y directores a partir de una consigna puntual en la que todos pudieron indagar sobre un cierto territorio y a partir de esto nació hacer un ciclo que trabaje sobre la teología moral, sobre las cuestiones que están arraigadas sobre todos, en personas religiosas o no.

Lo importante es cómo están los Diez Mandamientos metidos en las sociedades occidentales”, señala Matías Umpierrez, curador y coordinador Área Teatro, del Centro Cultural Rojas.
A partir de esta idea nació este ciclo, en donde un director y un dramaturgo en cada caso indagan sobre los Mandamientos. En total son 10 directores y 10 dramaturgos.
“También hay una decisión muy concreta y política de que exista la figura del director y del dramaturgo, porque hoy todo se fusiona y casi no hay trabajo de puesta. Y acá concretamente la búsqueda es que hay alguien que se responsabiliza del texto, y hay alguien que se responsabiliza de montar el espectáculo”, asegura Umpierrez.

PRESENTACIÓN. Los Diez Mandamientos se van a presentar en dos años; en este primer año se van a presentar seis, y los cuatro restantes, el año que viene. “Es muy posible que el año que viene, en el 2009, en algún momento estén las diez obras en cartel”, acota Umpierrez.
En su entrega inicial, durante mayo, se presentarán los tres primeros Mandamientos, a cargo de Rubén Szuchmacher, Lautaro Vilo, Romina Paula, Mariana Chaud, Andrea Garrote y la mexicana Concepción León Mora.

PARTICIPANTES. Según el curador del ciclo, la idea para ampliar el diálogo es trabajar con algunos artistas iberoamericanos. Así el trabajo se realiza en conjunto con dos instituciones, una es el Centro Cultural Helénico, que trae dos artistas mexicanos, que son dos dramaturgos, y el Centro Cultural España que trae a dos españoles. Este proyecto, también apoyado por Iberescena y por el Fondo Iberamericano de Apoyo Cultural, “hace que de alguna manera tenga más estructura y más sentido el ciclo”.

Montaje decadente

Jueves, mayo 29, 2008

Teatro: Decálogo, mandamientos 1,2 y 3

por Lucho Bordegaray


En la gacetilla de prensa del ciclo Decálogo. Indagaciones sobre los diez mandamientos, promovido por el Centro Cultural Ricardo Rojas, el responsable del área teatro de esa institución, Matías Umpierrez, se refiere a él con estas palabras: “El decálogo son aquellos 10 mandamientos de la ley de Dios que llegaron a las manos de Moisés en el Monte Sinaí y que fueron dados al hombre como principios o normas básicas para el ejercicio de cualquier actividad. Ahora 10 directores y 10 dramaturgos indagan sobre este universo de la teología moral, dando como resultado 10 espectáculos teatrales que, en cada caso, dialogan con la intención del mandamiento original. En su entrega inicial, durante el mes de mayo, presentamos los tres primeros mandamientos, a cargo de Rubén Szuchmacher, Lautaro Vilo, Romina Paula, Mariana Chaud, Andrea Garrote y la mexicana Concepción León Mora”. Al presentarse como indagación sobre el universo de la teología moral, la propuesta resulta interesante y ambiciosa. Pero, de inmediato, las palabras de Umpierrez cambian: nos anticipa que los espectáculos dialogan con la intención del mandamiento original, y esto suena a dejar todo librado a la imaginación de las autoras y los autores, perdiéndose el rigor que una línea antes se presumía. (Ya sabemos que, en el arte actual, “dialogar” es un verbo con aplicaciones muy disímiles.De las tres obras estrenadas hasta ahora de este ciclo, dos se han perdido al entrar en el movedizo terreno de dialogar “con la intención del mandamiento original”: tanto en Todos los miedos como en El amor perfecto de dos paraguas disfuncionales, el arduo trabajo de reconocer tan profundamente un texto bíblico –especialidad de hermeneutas y exégetas– termina necesariamente recostándose en el mentado “diálogo”, llevando ambos trabajos por caminos que no son los prometidos. Solo el texto de Lautaro Vilo está a la altura de lo sugerido en ese ciclo: él logró crear una situación en la que el mandamiento está absolutamente presente y es esencial a su desarrollo, mientras que el respectivo mandamiento aparece como excusa, como concepto análogo apenas sugerido en las otras dos.Cabe señalar también que los mandamientos originales no se corresponden con las obras que forman este ciclo, ya que sus títulos se refieren al decálogo del catecismo católico, y no a alguna de las dos versiones de los mandamientos que la Biblia posee (Éxodo 20,2-17 y Deuteronomio 5, 6-21). Estamos, pues, ante los mandamientos católicos, distintos de los que profesan la religión judía y los cristianos protestantes.


“amarás a Dios sobre todas las cosas”

la gracia

Ya anticipé algo: la precisa mirada que Lautaro Vilo ofrece sobre el tema que le corresponde en este ciclo lo hace, hasta el momento, el único que ha reflexionado rigurosamente en el universo de la teología moral.Un hombre está en cama, internado en un hospital, totalmente vendado. Entra una mujer. Él la reconoce y se altera. Ella fue para perdonarlo. Cree que al perdonarlo cumple con lo que su dios le pide. Sin embargo, ese dios pide más. No alcanza con aquietar su conciencia por lo que pudo haber sentido hacia ese hombre. No: también está en juego el devolverle la paz a él. Así, “amar a Dios por sobre todas las cosas”, lejos de ser una elección que endulza fácilmente la vida mientras suenan de fondo canciones de alabanza y fraternidad universal, se torna un ejercicio terrible, doloroso, que hasta escapa a la razón (quizás por eso, a quienes lo vemos desde fuera, nos resulta irracional).Esta es una pieza áspera, y está muy bien que así lo sea: hay algo de tremendo en lo divino que nunca puede resultar seductor o atractivo. Pero Vilo supo crear un texto que no pierde belleza ni aun cuando traza episodios o emociones desagradables. Y con un entramado tenso y firme, a través de las ideas –al principio confusas, de a poco más precisas– que va expresando esa mujer, nos encamina al encuentro con lo que se esconde entre los dos personajes.Berta Gagliano asume el rol de esa mujer, y en él se desagarra, reconstruye su integridad, se abate y vuelve a estar de pie. Habla sola, pero no consigo misma, sino como dialogando con ese hombre que ni puede articular una palabra. Y atrapa al espectador incluso cuando cita de memoria algo tan desabrido como una actuación con tecnicismos judiciales. Expresa con sutileza un profundo dolor, y hasta en los menores gestos hace visible la lucha que se está desarrollando en el interior de su personaje. Un trabajo admirable.El hombre –injusto sería no nombrarlo– es Juan Manuel Torres.El espacio escénico, despojado hasta la parquedad, nos refiere también a esa vida en extremo ascética, carente de todo placer y distracción sensible, que los místicos consideraban como camino obligado del alma en su elevación.La dirección es de Rubén Szuchmacher, quien sin dudas logra convertir cada palabra, cada idea, cada sensación en inquietud, asombro y vértigo, exhibiendo así la situación de quien cree encontrarse ante esa inmensidad insondable a la que le ha identificado como dios. El excelente texto de Vilo alcanza su punto justo de la mano de Szuchmacher, por lo que esperamos que este equipo se reencuentre prontamente.

El resto del comentario está en: http://montajedecadente.blogspot.com/2008/05/teatro-declogo-mandamientos-1-2-y-3.html