29 marzo, 2009

SOBRE EL FIBA - REPORTAJE EN MONTAJE DECADENTE

Reportaje publicado en Montaje Decadente

por Lucho Bordegaray
Sábado, 7 de marzo de 2009

http://montajedecadente.blogspot.com/2009/03/reportaje-ruben-szuchmacher-director.html


(Versión completa del reportaje publicado en la edición 125 de la revista Llegás a Buenos Aires.)



Corría la segunda mitad de 2007. A medida que se acercaba su asunción, el entonces electo jefe de Gobierno, Mauricio Macri, no acertaba en definir al titular del Ministerio de Cultura; sus desatinos incluyeron descartar a Ignacio Liprandi por una maniobra inventada en las mismas filas del Pro y proponer a un “exitoso” del mundo editorial con cientos de libros de cocina y de autoayuda en su haber llamado Luis Rodríguez Felder, destrozado en cuestión de horas por izquierda y por derecha. Finalmente, el elegido fue el ingeniero Hernán Lombardi, empresario del turismo. Estaba así en marcha la añorada fusión entre cultura y turismo, quizás originada en cabezas peregrinas que sólo consumen cultura cuando pasean por París.Una de las primeras decisiones de Lombardi (a su vez una de las pocas acertadas que puede ostentar desde que asumió) fue la remoción de Graciela Casabé como directora del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), quien ejercía esa función desde el inicio del festival. Y en su reemplazo nombró a Rubén Szuchmacher. Así, tras un decenio de vida y seis ediciones, el FIBA dejaba de estar en manos de empresarios (Casabé venía de gestionar el ya mítico espacio Babilonia junto a su socio Javier Grossman) para ser guiado por un hombre de teatro del que vale enumerar algunos puntos de su recorrido: se formó en actuación, música, danza y dirección; estudió Psicología Social; actuó en teatro y en cine; se desempeñó como régisseur en muchas óperas y como director teatral tanto en el circuito independiente como en teatros comerciales y estatales; tiene una vasta trayectoria como formador tanto de actores como de directores, y es profesor Gestión en Artes Performáticas en Universidad de San Martín; fue director artístico del Centro Cultural Rojas, y coordina el espacio teatral Elkafka. Antecedentes no le faltan; sin embargo, y paradójicamente, no pocas voces del quehacer cultural y en particular del mundo teatral cuestionaron tanto la remoción de Casabé como la aceptación de Szuchmacher de un cargo en una administración que poco de bueno auguraba en esas áreas, pero aquellas declamaciones presuntamente “progres” estaban fogoneadas tanto por algunas personas beneficiadas una y otra vez por la directora saliente como por una intelectualidad de errática filiación y nula capacidad estratégica. Pero ya conocemos la canción: siempre es fácil ser principista –si no fundamentalista– con el cargo que le ofrecieron a otro. Cuando el 8 de enero de 2008 se presentó en conferencia de prensa al nuevo director junto a su colaborador, Alberto Ligaluppi, algunos dichos de ellos ya trajeron suficiente aire como para mirar con simpatía –si no optimismo– su flamante gestión: “Uno de los desafíos que tenemos por delante es cómo hacer para que el festival mantenga su lado de excepcionalidad: algo que se remarque como distinto de lo habitual, en una ciudad en donde lo habitual es muchísimo”; “Nuestra idea es comenzar a buscar en las tramas urbanas de esta y de otras ciudades, y por fuera del circuito de festivales”; “Los festivales son muy importantes para los artistas, para que encuentren allí un lugar de diálogo, de tensión”; “Pensamos en una incorporación mayor de la producción local y una mirada mayor sobre la escena del interior del país y también de la región, volver a hacer aparecer la región latinoamericana”. Un año más tarde, con definiciones claras y un proyecto encaminado, ya es momento de sentarse a charlar con Szuchmacher.
–En tus primeras declaraciones como director del FIBA dijiste que era un desafío pensar un festival para volver a sorprender en una ciudad que llega a tener quinientas obras en cartel. ¿Cómo estás resolviendo ese desafío?
–En principio, la reducción de la duración del FIBA, no queremos que se eternice, por lo que dura exactamente 14 días, del 5 al 18 de octubre. La concentración impide que se diluya la energía, cierto grado de excepcionalidad que debe sentir el espectador y las compañías que vienen, que trataremos se queden la mayor cantidad de tiempo, y estamos trabajando sobre cómo se vincula la gente entre sí, que es el otro punto."Además, por primera vez abrirá el festival una obra argentina. Y será un festival en el que no se podrá ver todo; la idea es que no es posible, hay que elegir. La idea de elegir va a llevar a que la gente indague sobre las propuestas. Hasta ahora el festival había propuesto el impacto de algunos nombres famosos, tanto en danza como en teatro, y unos pocos espectáculos a los que sólo el medio teatral accedía.
–Otra de las primeras preocupaciones que expresaste fue que el FIBA también sea un acontecimiento para la gente de teatro, como espacio de tensión y diálogo. ¿Qué hay pensado para favorecer ese aspecto?
–Aunque todavía es algo incipiente, estamos organizando las relaciones entre las compañías extranjeras y las locales. A través de workshops específicos que exigirán de alguna manera concursar para acceder a ellos, ya que tendrán un costo mínimo. El FIBA tiene sentido en la medida en que genere mayores tensiones y mayores discusiones e inquietudes respecto de lo teatral desde el punto de vista estético. Por eso hay que hacer que tanto el público como los artistas participen de este fenómeno, que el publico pueda comparar y los artistas puedan reflexionar."Y estamos poniendo particular énfasis en lo que se llamaría punto de encuentro; ahí hay todo un trabajo de producción para que los elencos se encuentren. Aquí hemos tenido dos experiencias: en el San Martín, que cerraba en su horario habitual y dejaba fuera toda posibilidad de encuentro luego de las funciones, o en el Centro de Exposiciones, que se armó una disco, y la ciudad está llena de lugares para ir a bailar, pero no para dialogar sobre teatro. No olvidemos que en Buenos Aires está rota la cultura del café, por lo que hay que crear condiciones para el encuentro y la charla, que ahora sucede en los blogs, en los foros de internet, sucede sin los cuerpos… Y la posibilidad de encontrarse con las personas tiene que ver también con la democratización de quienes están en el festival: estamos buscando la manera en que todos puedan tener los datos de todos, porque no queremos que esa información siga siendo secreta, como lo fue hasta la última edición del FIBA."También hay que aclarar que los workshops serán actividades fuertemente subvencionadas, y el precio de las entradas será accesible: los espectáculos internacionales no tendrán un costo superior al de una entrada al Teatro San Martín. No se va a diferenciar en términos de que el espectáculo que para traerlo costó más caro tendrá entrada más cara, y el más barato tenga entrada mas barata, porque eso confunde y, en parte condiciona a creer que algo es superior porque cuesta más. A la vez, habrá una política de descuento para docentes y estudiantes de teatro que se acrediten como tales. Y esto se puede hacer porque la idea no es el recupero económico, sino que el objetivo del festival es mejorar la calidad del teatro de la ciudad.
–Como hombre del teatro porteño, ¿creés que ese fue el objetivo de las ediciones anteriores del FIBA?
–El modelo que tuvo el FIBA (que fue dirigido por una productora que a su vez tenía una empresa productora de espectáculos a nivel internacional) le dio una marca: el festival promovía la salida de espectáculos al exterior. A partir de ahí había ciertos negocios por parte de personas cercanas a la dirección que iban a manejar algunas obras que habían visto los curadores internacionales. El concepto era eso: el FIBA como vidriera, como showcase para que la gente vea y lleve, lo cual es muy distinto a promover la cultura argentina en el exterior. No es lo mismo que una feria industrial, por eso creo que hay que hacerlo de otra manera."No vamos a hacer una reunión de curadores con los artistas, porque nos parece mentira. Hay que dejar que la gente que viene de afuera ande suelta por la ciudad y que haga lo que quiera. Nosotros podemos ayudarlos a llegar a distintos lugares, pero no más que eso, no la cosa compulsiva de subir a los curadores a una combi y llevarlos de un lado a otro. Al curador que viene le habilitamos la programación del festival, pero también toda la cartelera porteña. De hecho, en la hoja de promoción del festival aparecerá toda la cartelera porteña de esas semanas, para que se entienda que es parte de la actividad teatral de la ciudad, y que las obras que no hayan sido elegidas también existen. (De paso, te cuento que vamos a tener un catálogo que ofrezca una elaboración más conceptual de lo que se presenta, para que el público tenga elementos para elegir, pues el FIBA nunca tuvo catálogo, sino una especie de hoja de ruta o de promoción que era tenida como el catálogo.)"Como contraparte, lo que sí vamos a hacer es habilitar cómo contactar a los curadores, en tal hotel y su mail. El que quiera pedir la información, la tendrá, porque la información estará absolutamente democratizada.
–Circula la versión de que cuando asumiste la dirección del FIBA te encontraste con una oficina vacía.
–Cuando yo llegué ya se habían redistribuido los lugares, así que no llegué a la misma oficina en que antes estaba la dirección del FIBA. De todos modos, muchas de las cosas las había aportado Graciela Casabé a través de Babilonia porque no se habían podido inventariar. Y no es lo más trascendente, porque lo que importa no tiene que ver con lo material: yo me encontré con un vacío conceptual, y eso me parece lo más grave."Lo cierto es que yo llego y no hay nada. Además de que no hay nada excepto algunas cajas con dvds y videos sin ninguna catalogación, no hay nada de información (quienes se fueron alegan que se les ordenó vaciar las computadoras), por lo cual es imposible hacer un recorrido porque no fue dejada ninguna instancia histórica que dijera “esto es el FIBA” y que permitiera saber desde donde yo sigo. En cualquier lugar, aunque cambien curadores y directores, uno tiene el registro de lo que hubo. Pero en el FIBA no hubo ninguna preocupación archivística, por lo que una de las primeras cosas que mandé a hacer es la reconstrucción del FIBA; ya tenemos reconstruidos los programas internacionales, y ahora nos toca lo nacional, que es mas fácil porque la gente está acá, y vamos a hacer packs con lo que se pueda recuperar de cada una de las seis primeras ediciones del FIBA. Había un FIBA, pero ¿qué era el FIBA? Era lo que uno recordaba que había. "No podemos rearmar quiénes vinieron desde el primer FIBA hasta el último, y los curadores invitados no están registrados en ninguna parte: yo tenía una lista porque el actor me había pasado una lista de los curadores, cosa que no se podía hacer porque era como un secreto de estado para que nadie tuviera contacto con ellos."Todo eso para mí es gravísimo, es comerse lo que uno va haciendo sin dejar ningún registro del recorrido. Tampoco desde lo administrativo tengo manera de seguir la historia; pude tener acceso a los gastos del último FIBA, pero no pude hacer una proyección desde lo económico que lo abarcase desde el inicio. No había convenios, y nosotros hicimos un convenio con el INT, creamos un premio, armamos un programa para que a las bibliotecas de la ciudad lleguen textos teatrales en sus idiomas originales gracias a acuerdos con las embajadas. Así se va haciendo la idea de una estructura, aunque uno después vaya a contradecirla y cambiarla."Lo que encuentro es que Casabé no deja rastros. Ese es el tema, ese es el vacío. Hubo un festival que en sus seis ediciones tuvo momentos muy buenos, hay que reconocerlo, pero a costa de un enorme personalismo y con ninguna idea de lo público. El problema más serio de la gestión Casabé es cómo la idea de productor privado condicionó todo con su mirada de mercado y con el sentido de que el productor es un distribuidor. Al punto de que hay ciertos creadores que deberían haber estado en la Argentina en su momento pero que no entran porque no había forma de volverlo recíproco con otro, porque para traer a alguien de Brasil era necesario llevar para allá a uno equivalente, y si eso no se daba, el de Brasil no venía. Por ejemplo, hasta ahora Brasil vino al FIBA gracias a una relación muy intensa que con ese país tuvo Casabé, intensa en términos económicos, ya fuera entre la gente de los festivales y productores privados brasileños o bien entre ellos como productores privados y los estados brasileños. De hecho, Carlos Villalba es socio de Casabé y Grossman y con él han realizado los eventos Porto Alegre-Buenos Aires. Lo grave tiene que ver con eso. Yo no pretendo demostrar desfalcos ni señalar delitos de alguien no los produjo, pero creo que es un grave problema cuando no se comprende qué es lo público."Otra cosa que me parece interesante señalar es que, ante las dificultades del sistema público, la dirección anterior creó unos mecanismos perversos respecto de la utilización de la plata que es una manera de zafar para tratar de lograr algo. La típica era contratar gente que no tenía ninguna tarea en el festival y luego pedirle la plata. De esto tengo pruebas. En sí mismo no es un delito, porque no se trata de malversar fondos: era un método para obtener dinero que se gastaba en el festival, por ejemplo, pagando un viaje para el que no se había logrado que el estado diera el dinero. Pero esos procedimientos que supuestamente agilizan, en el fondo demuestran que en ningún momento reflexionaron acerca del funcionamiento de lo público. En nuestro país existe el mito de que la empresa privada es más eficaz que lo público, pero cuando uno está en el campo de lo público, uno tiene que reflexionar trabajando desde esa instancia. Y lo público es también sus procedimientos. Eso me entusiasma mucho del trabajar para el Gobierno de la Ciudad: todas esas veces en que uno llega a un absurdo, y cómo llegar a lo deseado no por izquierda, porque ahí estas alimentando más al monstruo, sino ir hasta el fondo y ver como el mismo sistema entra en colapso cuando lo amenazás con un “Si no se soluciona, hasta acá llegamos”: así le quitás el alimento y, de alguna manera, para seguir funcionando, aparece la racionalidad. Porque hay una racionalidad en todo eso, lo que pasa es que esta desmadrado. No es una cosa loca porque sí, no es cualquier cosa, pero las internas, los nichos de poder, la desidia, todo va generando ese monstruo. Pero no hay que zafarle: hay que lanzarse encima de eso. Y no es un desgaste, porque es parte de la cosa pública; uno tiene que saber que lo público viene con eso incorporado. La otra es creer que voy a transformar lo público en algo privado, pero este es un estado, no una empresa.
–¿Tuviste real apoyo del Gobierno de la Ciudad?
–Contrariamente a cualquier tipo de pronóstico que se planteaba, el Ministerio de Cultura ha hecho una apuesta en los festivales. En lo personal, sacando problemas administrativos que son propios de cualquier organización estatal –que te ponen un poquito nervioso y te dan ganas de matarlos a todos, pero que es estructural al funcionamiento, está hecho desde tiempos inmemoriales para joder–, no he tenido ninguna interferencia en mi trabajo. Lo cual no significa que tenga contacto con Macri ni que me anden palmeando el hombro. Sólo tengo comunicación con quienes son mis superiores: yo soy un director que depende de la directora de Festivales y Eventos Especiales.
–Te escucho hablar y pienso que, para eso a lo que llamamos “macrismo”, la cultura es para el turista, el apoyo es para lo que viene desde afuera o para mostrarnos ante los extranjeros. Esa obsesión de querer agradar y quedar bien con los de afuera, aunque el patio trasero se les esté inundando.
–A mí me parece que fuimos a parar a una repartición en donde hay una especie de coincidencia programática; a partir de ahí nadie se está metiendo con esto, nadie me está jodiendo con esto. El único pedido fue que hubiera algo relacionado con la convocatoria más popular, algo callejero, y lo resolvimos con un programa de cine en las plazas: en determinadas plazas de la ciudad, no céntricas, se va a presentar el Programa Hamlet, una zambullida en todos los Hamlet que el cine produjo. Hamlet es del teatro, no del cine, pero el cine ha producido mucho Hamlet. "Quizás ese pedido se haya originado en que desde lo político se necesita justificar más el número que la calidad. En relación a esto hay que recordar que el FIBA siempre está en año electoral, y aunque es muy difícil competir con el fascinante mundo de la política (esto entre comillas), de todas formas busca un espacio ante la canibalización de la lucha política que genera obras más intensas que Hamlet. Por eso, otra de las cosas que hemos trabajado como estrategia es pasar a los años pares para evitar competir con las campañas electorales y su dramaturgia y su estética que son socialmente más atractivas que cualquier otro evento que se pueda ofrecer. El octavo FIBA será en 2010; el ministro Lombardi lo sabe, pero en abril hay que empezar todo el trámite administrativo para que ese presupuesto pase al año 2010, vía Legislatura.
–¿Qué podés anticipar de la programación?
–Es difícil contar en este momento. Pero puedo decirte que habrá alrededor de 20 obras en la programación internacional. El criterio tiene que ver con que la curación se ha hecho sobre algo del pensar, por lo que se los elegidos son espectáculos que no tienen fama por fuera de su propio valor teatral, que nos interesaron por su ubicación dentro de su sociedad, y no por su condición festivalera, aunque hay algunas obras que sí han participado de festivales. Nosotros no elegimos en festivales, sino en las ciudades. Y la idea es trabajar con una curación tanto internacional como nacional que no apele al cholulismo. Así, se presentarán compañías de Bolivia, Chile, Paraguay, Uruguay, Brasil, Mozambique, Corea, Hong Kong, Taiwán, Alemania, Bélgica, Francia, Italia, España, Polonia y la República Checa."De la Argentina habrá unas 30 obras. Hemos hecho un convenio con en Instituto Nacional del Teatro, y vendrán 8 obras del interior del país. Además, va el ciclo Decálogo entero, que es lo único en donde no tenemos incidencia directa sobre la curación de los artistas, pero nos parece que como proyecto es importante, a la vez que una manera de incluir la participación de Iberescena, y es lo único en donde no tenemos incidencia directa sobre la curación de los artistas, pero nos parece que como proyecto es importante."Que no esté aún todo resuelto se debe a que seguimos recibiendo material hasta abril. Por supuesto que hay espectáculos que ya tenemos decidido que estarán en la programación, pero no por eso la programación está cerrada ni mucho menos completa la selección local. La idea ha sido trabajar con una curación en lo nacional que, así como en lo internacional no apelamos al cholulismo, tampoco apelar al cholulismo local. Menos llenar la grilla por llenarla.
–Por último, ¿qué es para vos ser director del FIBA?
–Para mí, estar en el FIBA es claramente hacer política; no es un laburo técnico, es política, y como toda acción política es trabajar en las relaciones entre las cosas y entre las personas, y eso es lo que más me entusiasma. De alguna manera, estamos tratando de sanear las relaciones en el festival: la de los artistas extranjeros con los nacionales, con la gente de las salas, con los periodistas, tratando de que las relaciones sean mucho más dinámicas, porque cuando no son el problema, entonces sí puede producirse la cosa por la cual nos relacionamos. Las relaciones están muy rotas y por eso la cosa, la que sea, queda siempre atrás. Hay que sanear las relaciones para que no sean el tema, y creo que la política debe ocuparse de eso.Y al haber dicho esto, me comprometo a mirar lo que quedó después del festival, tomando este reportaje. Porque ahora viene bailar con todo esto, y en ese “todo esto” hay cosas que ya están y otras que son anhelos por los que seguiré peleando políticamente.

En la edición de 109 de Llegás a Buenos Aires, anticipando el VI FIBA (y luego, de manera ampliada, en este blog) señalé lo que a mi parecer estaba limitando tornando cuestionable ese importante evento. Siendo consecuente con ese pensamiento, vi con agrado el cambio en la dirección. Y muchas de esas cuestiones parecen haber sido encaradas y modificadas por la actual dirección.Como nunca me calzo la careta de la objetividad, puedo afirmar que el FIBA en manos de Rubén Szuchmacher me despierta entusiasmo. El lunes 19 de octubre, una vez finalizado el festival, podremos evaluar cuánto asidero tenían mis expectativas.

Lucho Bordegaray